Un cuento de Navidad

Ayer vi a una señora con nueve hijos por la calle y le di una hostia a cada uno, y tres a la matriarca por puta. Ella me dijo que qué hacía, y yo le respondí que atacar a la familia. Entonces la señora sacó una bolsa de plástico del bolsillo y empezó a lanzarme kikos a los ojos. Uno de ellos sacó una guitarra de su funda y me la estalló en la cabeza. "¡Me caigo, Dios!", dije, y salí corriendo. Y los pequeños maíces fritos salieron detrás de mí llamándome blasfemo.

De repente, mientras corría aterrorizado calle arriba, vi que por una esquina aparecía el Papa. Llevaba en una mano la Biblia y en la otra una foto de Angela Merkel. Cuando llegué a su altura, alargó la mano de la Biblia y frené en seco; no me podía mover. Me dijo: "Depón tu actitud o te excolmulgo". Le dije que no entendía qué era "depón", que me sonaba a detective francés de ficción. Él se quedó turbado un momento y bajó la Biblia, mientras decía: "A todas éstas, ¿qué coño significará Neocatecumenal?" En su descuido pude seguir corriendo, con los kikos rozándome los tobillos.

Estaba ya cerca del portal de mi casa, cuando el abrigo de visón de la señora a la que había atacado se me adelantó y me hizo una señal cómplice en plena carrera. "Gira a la derecha y ve por esa calle. Al final, encontrarás a Pepiño Blanco vestido de Ninot Indultat de 1998. Choca su mano y se acabará esta pesadilla".

Giré y corrí. Todo era confuso y la cabeza me iba a estallar. Los kikos cantaban cada vez más alto una coplilla que decía: "Un dilema se me escapa / Ver las campanadas en la Uno / o cambiar a Antena 3 / para ver al de la capa". Al fondo, divisé la figura de Pepiño, que andaba indignado porque la RAE no quería eliminar todas las palabras que llevaran "ct".

Choqué su mano y todo lo que estaba viendo desapareció. Estaba confuso, como Borja Thyssen el Día del Padre. Me miré en un espejo y me había convertido en Ramoncín. Estaba en el Cielo: tertulias, cánones y rinoplastias se me aparecían por todas partes. Me senté y disfruté del momento. Felipe González llegaba a mi lado, haciendo una quiniela en la que todos empataban.

El Mundo de Quic, el Mundo de Quic. Marcha marcha, es genial.